viernes, 21 de mayo de 2010

Eso fuiste...


Acabo de terminar de leer un texto de Galeano que ya había leído, pero que he vuelto a leer porque lo encontré en esa antología que me acompaña en noches de insomnio. El textito habla sobre Neruda y, al llegar al final, comprendí: eso fuiste.

Cerré los ojos mientras me sonreía y mientras comprendía, de repente. Y dije o sentí –no lo recuerdo- : eso fuiste… Pero no lo vi. No me di cuenta cuando la sal le cambiaba el sabor al pasado reciente. No comprendí que tu nombre sólo se conjugaba en presente. Y, en mi afán de Penélope y Cenicienta, empañé lo bello y lo intenso de la fugacidad y lo sazoné con la sal de la tristeza. La sal que queda cuando el agua de las lágrimas se evapora.

Fuiste eso. No. Fuiste más… En la estela del cometa que fuiste –fugaz, pero brillante y asombrosamente mágico- había algo para mi. Me diste mucho y eso tampoco lo comprendí cuando todavía podía abrazarte, reírme de aquello y tomarnos una birra o fernet y brindar a su salud.

Lograste que me despierte de un largo sueño y me mirara al espejo de mi misma (de lo que querías ser) y que no me gustara la imagen que me devolvía ese espejo. Me despabilaste. Me pusiste en guerra conmigo misma y mis miedos latentes. Me diste el empujoncito que necesitaba para volver a crecer (no en años, en creación de mi). También me regalaste el recordar que la fugacidad no está divorciada de lo intenso, de lo significativo o lo importante.

A los Cronopios (y yo soy bastante así) la traición los hiere de muerte. La mentira les quita brillo y los “apichona”. Pero, pronto sanan, y vuelven a creer, a brillar, a ser transparentes y crédulos; hasta la próxima herida mortal del filoso cuchillo de la traición. Vos me regalaste el darme cuenta que el “ser un poco cronopia” con la gente es un privilegio que sólo merecen algunos. Y, esta vez, ese poquito de cronopia que hay en mi, no va a curar la herida de la traición para todos.

Todo esto comprendí en un instante, tras leer las últimas palabras del texto de Galeano. Como verás, me diste mucho más de lo que pude ver en aquel momento y mucho más de lo que yo te pude dar aquel septiembre: hermosas noches, caricias, besos. Mariposas en la panza durante el día…

Galeano me dijo esta noche de verano: “y todo fue también una ceremonia de celebración de la vida, bella y efímera como los altares de flores y los amores de paso”. Eso fuiste. Nada más y nada menos que un amor de paso... A ese paso por mi vida y a vos, este altar de palabras, que desearían ser flores… Y, aunque no lo son, florecen en mi y es lo mejor que puedo darte…

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